Hace siete años descubrí a Gabriel García Márquez gracias a El coronel no tiene quien le escriba, un libro que en su momento me pareció algo tedioso y, automáticamente, dejé de lado. Años después, tras la lectura de obras maestras como Cien años de soledad o El amor en los tiempos del cólera, retomé el libro y, para mi sorpresa, me gustó, aunque también hayan ciertos “peros”. Viajemos a cierto puerto del Caribe colombiano al que nunca llega esa preciada carta con esta reseña de El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez.
El coronel no tiene quien le escriba
Esta novela corta nos transporta a 1956 e introduce a los dos personajes principales de la obra: el Coronel y su esposa. El primero de ellos combatió en la Guerra de los 1000 días (1899-1902) con el coronel Buendía (una de las primeras referencias a la familia más famosa de la literatura latinoamericana) y desde hace quince años acude cada viernes al puerto para recibir la carta que honre sus servicios a la patria. Su mujer, en cambio, es una mujer enferma aquejada de problemas respiratorios y un temperamento un tanto peculiar. La novela arranca un mes después de la muerte del hijo de ambos,Agustín, y narra la cuenta atrás para la pelea de gallos que se celebrará en enero y en la que combatirá el gallo del fallecido vástago, asesinado por traficar con información clandestina. La historia narra la triste situación del matrimonio, sus reflexiones y tensiones bajo ese techo de palma, entre las calles de un pueblo por el que circulan chismes políticos y al que nunca llega la correspondencia, manteniendo el pulso a una pobreza que erosiona las vidas de sus habitantes.
Publicada en 1961, El coronel no tiene quien le escriba está considerado como el primer clásico de Gabo y la perfecta antesala al universo que consagraría al autor colombiano tras la publicación de Cien años de soledad en 1967. A diferencia de esta, y de la mayoría de sus obras, la novela aquí reseñada no contiene ningún rasgo del realismo mágico propio del autor, sino que tan solo pretende convertirse en el retrato de llos personajes insignificantes de una Colombia revuelta.
La novela gira en torno al mantenimiento del gallo que puede salvar al matrimonio de la pobreza, y en una pensión que nunca llega, motivo cuya inspiración nace del abuelo de Gabriel García Márquez, un antiguo coronel que tampoco llegó a recibir sus honorarios.
El coronel no tiene quien le escriba es un buen libro, una idea sencilla y estirada, más bien un cuento “largo”, colmado de matices, metáforas propias del genio colombiano y una tensión sobre la que, al mismo tiempo, residen la virtud y, quizás, “ligero defecto” del libro: se trata de una tensión no resuelta en pos de un desenlace inesperado pero igualmente satisfactorio, en mi opinión
Como mucho sabréis, Gabriel García Márquez nació en 1927 en un perdido pueblo colombiano franqueado por árboles de nombre “macondo” (guiño). La imaginación de Gabo fue macerada por las historias de sus abuelos, quienes inspirarían en el futuro premio Nobel la pasión por esos mundos atrapados entre realidad y ficción, aderezados del realismo mágico que empujó el boom latinoamericano de los 60 y 70, período marcado por la publicación de Cien años de soledad.
Esta novela ambientada en el ficticio pueblo de Macondo (¿os suena?), era un lugar que parecía definir a toda Latinoamérica, razón por la que, según muchos, la obra está considerada como la obra maestra de la literatura hispana del siglo XX. A esta novela sucedieron otros clásicos como Crónica de una muerte anunciada, La hojarasca o El amor en los tiempos del cólera. Tras cosechar numerosos premios, una trayectoria envidiable no exenta de polémica (sus relaciones con Fidel Castro o la supuesta guerra fría con otro compañero de oficio como Mario Vargas Llosa) y una herencia que ha inspirado a numerosos autores (entre los cuales me incluyo yo mismo), Gabo murió el 17 de abril de 2014, día en el que el mundo de las letras lloró la muerte del maestro.
El coronel no tiene quien le escriba, de Gabriel García Márquez, es ideal para quienes comienzan a iniciarse en la literatura de este autor y, ante todo, buscan una historia cotidiana y sencilla, en ocasiones atravesada por ese rayo de luz oculto tras las nubes de octubre, mes en el que el coronel experimentaba “la sensación de que nacían hongos y lirios venenosos en sus tripas”.